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Tinta Socialista No.119. La pobreza es una pandemia que cobra miles de vidas a día

Sábado 18 de abril de 2020, por Ciudad de México

Ciudad de México a 18 de abril de 2020

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Las masas trabadoras son flageladas por diversos males que le esquilman la integridad humana, el capitalismo genera infinidad de enfermedades que mutilan centenares de vidas al día sin que nadie repare en la gravedad de las mismas. La población más vulnerable ante el actual fenómeno pandémico es quien vive en condiciones paupérrimas, quien sobrevive con salarios de hambre y es lacerada por las afecciones producto de una vida azarosa determinada por las relaciones de explotación económica.

Las medidas adoptadas por los gobiernos ante la contingencia son disímiles, sin embargo, la mayoría de ellas no tienen que ver con aspectos de salubridad, el fenómeno sanitario sirve de parapeto para justificar políticas antipopulares que encubren la esencia de fondo, la privatización de los derechos fundamentales y el paulatino desmantelamiento del sistema de salud público y la precariedad en la que se debate la fuerza de trabajo en el país.

El despliegue de mil 400 efectivos del Ejército mexicano y la Guardia Nacional en la Ciudad de México y su concentración en los centros hospitalarios es el indicativo irrefutable de que las medidas coercitivas son el mecanismo con los cuales la administración federal planea hacer frente al fenómeno mundial.

La existencia de la nueva cepa viral no es tema de discusión, lo que la opinión pública coloca en tela de juicio es el surgimiento espontáneo, porque es precisamente en un momento de crisis capitalista que nace un virus como este que llama a los diferentes países a adoptar medidas económicas que coloca a las economías dependientes en una condición aún más precaria debido a los mecanismos económicos más que sanitarios.
El mundo conoció las distintas formas de hacer frente a un fenómeno pandémico de carácter ecuménico, los países de Europa asumieron medidas coercitivas en lugar de sanitarias y el resultado fue una cifra amplia de víctimas mortales, Estados Unidos tiene el récord de mortalidad pese a su jactancia de tener avanzada la investigación de la vacuna para atender los contagios por SAR-Cov-2.

En México la cifra aún es reducida, empero, eso no genera un clima de confianza en todos los mexicanos porque lo que nadie duda es que las consecuencias más agudas son en aquellos sectores donde la precariedad es el común denominador. Enfermedades crónico degenerativas potencian los efectos de contraer la enfermedad producto de la nueva cepa viral y éstas son generalizadas en las masas explotadas y oprimidas.

Existen muertes por hambre en toda la geografía nacional que pasan desapercibidas en la opinión mediática, la estadística oficial no repara en la advertencia que el flagelo de la pobreza causa millones de víctimas en todo el territorio mexicano, las cuales, superan con creces a la cifra de decesos ocasionados por el coronavirus. Ello no significa que se desestime la letalidad de la nueva cepa viral, empero, es la pobreza y miseria las que incrementan su letalidad, por lo tanto, una víctima de este virus es por añadidura, víctima del oprobio del régimen.

La pobreza y el COVID-19 se convierten en la ecuación letal que lacera a determinado sector de la población. Es verdad que hasta ahora los efectos son más sentidos en aquel sector social vinculado a la burocracia, la farándula y profesional, no obstante, muchos de ellos logran salir abantes de los efectos nocivos del contagio debido a su estatus social de cierta holgura, pero en aquella humanidad lacrada por la explotación y la miseria el escenario no es nada halagüeño.

Pocos parten del hecho de que las enfermedades crónico degenerativas que padecen la mayoría de los mexicanos tienen origen en el pauperismo que campea en las masas trabajadoras, resulta más cómodo establecer que las afecciones tienen punto de partida en los descuidos humanos, a la mala alimentación y los diversos vicios de la sociedad mexicana, pero es preciso tomar en cuanta que en una condición laboral de más de 12 horas, por mucho esfuerzo que haga el elemento de adquirir fuentes saludables de alimentación, el resultado es nulo.

La letalidad del nuevo virus va en estricta correspondencia con las condiciones de miseria en el pueblo, esto aplica para nuestro país, dada la pronunciada dependencia económica. La situación es diversa en aquellas naciones imperialistas, ahí la mortalidad tiene explicación en la imposición de políticas económicas que conducen a la privatización de la salud, a mercantilizar las necesidades humanas, con lo cual condenan a la población a perecer.

La contradicción inherente al capitalismo y por ende en el imperialismo sale a relucir con la aparición de esta cepa viral. Muchos aspectos anacrónicos quedan expuestos. Si la panacea a todos los males que aquejan a la humanidad en el mundo puede ser resuelta por la conducción de la ruta imperialista, ¿cómo es que Estados Unidos no puede frenar la curva de contagios y de mortalidad?

El imperialismo significa muerte para la humanidad, esto queda claro ante la presente coyuntura. No puede haber justificación para no desarrollar una atención integral para población, pero para el capital nada se mueve si no representa ganancia. “Todos perdemos”, exclaman los políticos de oficio y los representantes de las cámaras empresariales, ¡Falso!, es el pueblo quien más pierde, porque no sólo el contagio es la amenaza, también la posibilidad real de que llegue el momento de la ausencia de alimentos.

No es con militares en las calles como se podrá poner un freno a la diseminación del virus en la población o con medidas coercitivas que fuercen al confinamiento, ello lo único que vislumbra es la imposición de estados de excepción dónde la violación de los derechos humanos sea la regla. No son conclusiones hechas al vacío, aún sin el anuncio oficial, existen regiones del país donde los militares, la Guardia Nacional y las diversas policías fuerzan a la población a dejar sus centros de trabajo.

El silencio institucional respecto a la imposición de estados de facto es el indicativo de que hay connivencia desde la autoridad federal, porque son los cuerpos castrenses federales quienes asumen la labor policial de realizar patrullajes para “invitar” a los trabajadores permanecer en sus hogares. Nuevamente no hay concordancia el hecho y el discurso, alguien miente, y es claro que no es el pueblo, porque son ellos quienes padecen el flagelo de la represión.

El pueblo tiene una alta probabilidad de sufrir las secuelas producto de la vulnerabilidad del sistema inmune dado la precaria alimentación, las jornadas extenuantes de trabajo y el hacinamiento de familias enteras en viviendas raquíticas, de tal manera, que no se puede culpar al virus de la posibilidad de una amplia gama de víctimas, en términos estrictos, serán víctimas de la pobreza.

El temor de rebasar la capacidad hospitalaria del sistema público está sustentado en la realidad, los distintos gobiernos se encargaron de desmantelar paulatinamente y dar paso a la privatización el sistema de salud, por ello, el convenio firmado por los centros hospitalarios privados más se ser un gesto generoso de empresarios de la salud, augura un negocio redondo para quienes lucran con las necesidades humanas elementales.

La fase tres de la pandemia es un hecho inminente, a la par que el discurso oficial dice preparar los hospitales para dar atención a los pacientes contagiados, también dan a conocer la puesta en marcha de los planes policíaco militares para asegurar el confinamiento de millones de familias proletarias, lo que se traduce en la imposición de medidas coercitivas y antipopulares.

La desinformación es una herramienta utilizada para generar pánico en la población, para que acepte de manera dócil toda disposición oficial, aunque en ello lleve implícito la vulneración de derechos humanos. Ésta fue auspiciada desde los monopolios de la comunicación, ahora son ellos quienes salen como los paladines de salud quienes ofrecen decenas de productos de superchería con los cuales se pueden prevenir los contagios.

No es que el pueblo no crea en la realidad de la pandemia que vive el mundo, pero la mayoría de las masas trabajadoras no están en condiciones de aceptar de forma tajante la disposición de quedarse en sus viviendas, porque en ello está el hecho de no poder llevar el sustento diario a sus hogares. Los “apoyos” promovidos desde las distintas administraciones resultan más como panaceas que lo sumo podrán atenuar los efectos de la pandemia.

El pueblo no necesita militares en las calles o en los hospitales, lo que precisa es de elementos concretos que permitan resolver necesidades como el hambre, la vivienda y salud. El despliegue la fuerza policíaco militar augura la imposibilidad de atender los contagios que emerjan, ante lo cual, la coerción será la manera de forzar a la población a resistir las afecciones de manera pasiva y llorar a sus muertos en el silencio de sus hogares.

El convenio firmado con centros hospitalarios privados es el indicativo de que el sistema de salud público está en franca ruta de desmantelamiento, la salud es convertida en una vil mercancía a la que únicamente puede aspirar aquel que tiene con qué sufragarla. Los empresarios vinculados a la salud son quienes hacen negocios con las desgracias del pueblo.

El ser humano no es un ente estepario, por ello, el aislamiento va contra natura de su condición humana. Más información es el crisol para tender la mano solidaria entre hermanos de clase. No se ocupan hombres armas en las calles, se requiere un mejor sistema de salud de deje de ver a las afecciones como una mina de oro para satisfacer mezquinos intereses de oligarcas.

La creatividad no debe verse amainada ante la contingencia, hoy más que nunca ésta debe brillar en todo su esplendor, pero esto no redunda en trivialidades que lo único que ilustran es la vida parasitaria de un sector de la población cuya existencia transcurre en frivolidades. Siempre hay posibilidades de fortalecer la conciencia de clase y la preparación política para hacer frente a un sistema anacrónico y caduco que reclama su superación cualitativa.

Atentamente
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
FNLS

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