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Tinta Socialista No. 112. Derechos humanos y el neoliberalismo en la actual administración
Jueves 20 de febrero de 2020, por
Ciudad de México a 20 de febrero de 2020
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La violación a los derechos humanos manifiesta un ascenso en los tiempos que corren de la actual administración, signo inequívoco de las contradicciones inherentes que son cada vez más agudas. La descomposición social a la que conducen las relaciones capitalistas oprobiosas se hace manifiesta en crímenes indescriptibles, rasgo sustancial de la degradación humana en este régimen.
No se puede endilgar toda la responsabilidad al titular del Ejecutivo federal de lo que acontece en el país, existen actos que escapan de su voluntad, pero es un error enorme que todo sea pasado por la tangente de que es responsabilidad del neoliberalismo, porque como representante del escaño máximo de la política en México es parte de su labor velar por la seguridad de todos los mexicanos.
Las declaraciones vertidas en torno a acontecimientos tristemente célebres de la realidad mexicana indica una verborrea suigéneris con el objetivo de eludir aspectos de la vida política y social, es un discurso cacofónico que insiste en endilgar a fuerzas “externas” el cometido de actos antinatura de la especie humana.
Nadie puede congratularse por hechos tan atroces, inmediatamente invaden sentimientos de indignación, impotencia y de enojo por cada acto que escala en niveles de perversidad y vileza, sin embargo, es menester hacer un adecuado análisis para no caer en la actitud contestataria o en la pasividad que lleva al conformismo.
La violencia institucional es real, ésta contamina todos los aspectos de la vida social de los mexicanos, desde aquí es impuesta para conducir a los seres humanos a una condición que no se reconoce como tal, donde asume una actitud canibalesca con sus semejantes.
De nada sirve insistir en el señalamiento la responsabilidad de los gobiernos neoliberales, si ésta es la explicación la solución conduciría a proponer la erradicación de esta política económica, no obstante, a pesar de la repetición hasta el cansancio, la vida política es conducida por la política neoliberal.
En nuestro país se viven acontecimientos que escapan de la voluntad de las personas, pero ello no significa que el ser humano deba quedar impávido ante la realidad que lo rodea. Está claro que las relaciones socioeconómicas llevan a los seres humanos a un enfrentamiento fratricida entre hermanos de clase, al extravío social y político donde el hombre se convierte en el depredador del hombre.
A diferencia del positivismo en sociología, el materialismo filosófico explica que el fundamento para que el hombre adquiera actitudes antinatura está en las relaciones de producción con esa misma condición, es decir, no es aceptable que la inmensa mayoría de fuerza de trabajo sea la productora de la riqueza social pero es una ínfima minoría la que hace un usufructo de ella.
El postmodernismo intenta conciliar los dos polos de la sociedad, coloca a los empresarios como los generadores de empleos, por lo que exige una actitud de gratificación, empero, son ellos quienes se apropian del producto del trabajo de millones de obreros, es su voracidad mezquina la que condena a seres humanos a mendigar por un poco de comida y trabajo.
El hombre es creativo por naturaleza, el trabajo llevó a la especie a colocarse en la cima de todo el mundo orgánico, pero en una sociedad donde la riqueza se acumula groseramente en unas cuantas manos y ello condena a millones a la inmundicia, al trabajo se le observa con repulsa, se le rehúye y hasta se le ve como un sufrimiento.
Son las relaciones de producción las que condujeron a la humanidad a una disyuntiva, se supera la contradicción fundamental entre capital y trabajo, la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre, o el ser genérico estará condenado a un derrotero que lo degradará cada vez más al grado de no reconocerse ni como parte de la especie humana.
Toda esta explicación es necesaria porque no es suficiente con darse golpes de pecho o manifestar la indignación a través de una protesta callada. El esfuerzo debe conducir a entender que no hay otra solución posible que la superación cualitativa de la formación socioeconómica.
Quienes suponen que vivimos una crisis de derechos humanos no quieren asumir el compromiso de señalar que la realidad manifiesta un anacronismo, ya no es posible seguir por la senda de un régimen que genera iniquidad y oprobio. No es suficiente la protesta aislada o aquella que sólo surge cuando la violencia institucional toca a nuestra puerta, es preciso organizarse con antelación para terminar de una vez por todas con estas injusticias.
La violencia institucional tiene diversos matices, el escenario nacional es empañado por cada una de ellas, desde aquellas que tienen un vínculo estricto con la descomposición social y manifiestan una expresión relativamente espontánea, no obstante, existe también aquella que es sistemática, que suma más víctimas de forma planificada.
Resulta paradójico que mientras el titular del Ejecutivo federal insiste en el discurso del respeto a los derechos humanos y culpa al neoliberalismo de todo lo que acontece, en otras entidades donde gobierna su misma sigla partidista la lista de víctimas crecen de forma exorbitante, signo inequívoco de la existencia de la violencia institucional.
Chiapas es el ejemplo más ilustrativo de la espiral de la violencia que no cesa, con el supuesto de preservar el estado de derecho se cometen múltiples violaciones a los derechos humanos, resultan inadmisibles las declaraciones de que ahora se investigarán las acciones represivas contra los normalistas, cuando la orden de agredir provino desde la titularidad del Ejecutivo estatal.
El estudiante que se debate entre la vida y la muerte producto del impacto de un proyectil de gas lacrimógeno es igual de deleznable que aquellos crímenes que tocan fibras sensibles por la atrocidad con que son cometidos. Es perverso que un ser humano actúe contra su propia especie, pero es también cuando un hombre investido con representación institucional utilice las insignias para cometer todo tipo de tropelías.
La condena contra el gobernador de Chiapas por parte de sus colegas de partido es tardía, porque bien pudo evitarse un escenario como el vivido hace unos días. Rutilio Escandón Cadenas, Ismael Brito Mazariegos y Jorge Luis Llaven Abarca son los responsables de la situación que priva en la entidad, ellos representan la triada que organiza la violencia institucional que tiene diversas víctimas.
No son suficientes las promesas hacer el deslinde de responsabilidades en los hechos represivos contra el pueblo trabajador, porque la responsabilidad llega hasta las altas estructuras del gobierno mexicano. ¿Cuánta sangre debió correr para admitir un hecho insoslayable? ¿Eran precisas esas víctimas para emitir por lo menos una expresión de condena?
Empieza a tomar fuerza la versión de que los derechos humanos sirven para defender a delincuentes, que con esa argumentación las puertas de los penales resultan una puerta giratoria donde más tardan a entrar que en salir. Tal conclusión es inexacta, porque sólo para quienes son protegidos por determinado grupo de poder les es garantizada la impunidad; al activista político y defensor de derechos humanos son condenados a purgar sentencias injustas o la ley es utilizada para incriminar como una medida de castigo.
La violación a los derechos humanos tiene estricta correspondencia con la permanencia del neoliberalismo como política económica, la violencia institucional tiene origen en las estructuras del régimen, por ello su superación no transita por la verborrea oficial, es preciso el actuar consciente de las masas en la lucha por la transformación social profunda y no especulaciones impregnadas de liberalismo burgués y postmodernismo.
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
FNLS