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Tinta Socialista No. 47. Culminación del proceso electoral y el reacomodo de las fuerzas políticas para administrar la crisis del régimen
Domingo 22 de julio de 2018, por
Ciudad de México a 22 de julio de 2018
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La culminación del proceso electoral y los resultados de éste expresan los vaivenes en la correlación de fuerzas en el país, donde el reacomodo político y económico se manifiesta de manera puntual para tratar de paliar y administrar la crisis política del régimen. No son los buenos deseos particulares los que definen el curso ulterior del acontecer nacional, sino el influjo de la profundización de la crisis económica a nivel internacional.
La agenda de trabajo que empieza a desahogar el candidato triunfante y el contenido de su análisis ante fenómenos concretos de la realidad mexicana son el indicativo que permite vislumbrar el devenir inmediato. Es la manifestación certera de que en política nada es inamovible y los virajes se hacen en función de preservar la voluntad del capital.
La propuesta política encabezada por la coalición “Juntos haremos historia” fue favorecida con la simpatía popular de manera “contundente”, no obstante, existen opiniones incrédulas, algunas optimistas y unas más con el marcado sentimiento adverso al “lopezobradorismo”. Lo concreto es que desde las entrañas del régimen no puede surgir el verdadero representante del pueblo, por mucha voluntad que éste tenga.
El programa de gobierno que paulatinamente se da a conocer dista mucho de corresponder con las necesidades que demandan las masas trabajadoras, es notable la intensión subrepticia de eludir la responsabilidad de la cúpula empresarial de la realidad de miseria que priva en la inmensa mayoría de los mexicanos, el intento de justificar la violencia de clase en la “maldad” personal de individuos y de cuestionar la combatividad en las masas trabajadoras.
La inmediatez con la que los demás candidatos aceptaron su “derrota” no puede explicarse a través de un “impecable espíritu” democrático, en las muestras de la “civilidad” de los contendientes. La realidad es que no hay cambio sustancial y mediante estas actitudes pretenden difundir una imagen de que la democracia burguesa es perfectible
Por medio de la pomposidad de las elecciones se pretende eludir la realidad de violencia desenfrenada por el que atravesó todo el proceso electoral. Algunos análisis se atreven a comparar el pasado proceso electoral con un “proceso histórico”, equiparado a una “revolución”, sin embargo, pasan por alto que la esencia de las elecciones es para elegir al próximo representante de la burguesía.
Más del 70 por ciento del electorado se dio cita en las urnas, según cifras oficiales, de los cuales el 53 por ciento favoreció a la coalición ganadora, pero, ¿qué expresan estas cifras?, ¿este es el crisol para evaluar la esencia “democrática”? lo primero que expresan es que la crisis del régimen es real, existe un descontento que crece diariamente, no obstante, este cálculo estadístico no debe distraer en que también fueron las elecciones más militarizadas, donde la violencia cobró la factura de sangre muy cara.
La democracia cuesta, podrán sostener algunos apologistas al régimen, pero solamente se cobra sobre las masas inermes, en eslabones inferiores de la democracia burguesa. Para los dueños del capital sus intereses están garantizados, ellos, por el contrario, en momentos de aparente “inestabilidad” ven crecer sus negocios apuntalados por la violencia de Estado.
Es muy alta la cuota de sangre que cobra la institucionalidad del régimen a las masas trabajadoras y es muy perjudicial que sobre números y gráficas intenten medir la voluntad popular. El 53 por ciento o el 70, no expresa en absoluto la necesidad de un cambio que demanda la realidad, a lo sumo representa el paliativo que permitirá un sexenio más administrar la crisis política.
A diferencia de quienes descalifican de menara mecánica al presidente electo, nuestro juicio es función de las contradicciones antagónicas inherentes al capitalismo, donde el acto voluntarista no tiene la fuerza suficiente para mover la estructura económica. El análisis debe partir de superar la contracción fundamental entre el capital y el trabajo, y es aquí donde se expresan yerros de apreciación.
Sostener que las condiciones socioeconómicas en nuestro país son la excepción a la lógica capitalista de acumulación y centralización de capital es una conclusión temeraria porque con este silogismo existe la negación de las leyes económicas del capitalismo, de la lucha de clases, la explotación económica y opresión política, las profundas desigualdades sociales producto de la división social e internacional del trabajo.
El análisis marxista no se encuentra en “teóricos sociales” o “intelectuales de academia”, éste apela a las masas trabajadoras organizadas de manera independiente, por lo tanto, resulta quimérico encontrarlo en quien no busca la superación cualitativa del régimen, pero cuando se hace alusión a las categorías del marxismo para evadir la realidad imperante significa un error profundo.
Las leyes económicas del sistema capitalista son universales, obviarlas mediante una interpretación subjetiva implica pasar por alto la base material que sustenta este modo de producción. Resulta pernicioso atribuir el origen de la pobreza en México a aspectos de índole moralinos, soterradamente se anuncia que el régimen no es malo, sino las personas que se encargan de su administración.
Negar la explotación económica y la apropiación de la plusvalía por parte del dueño de los medios de producción es un eufemismo. El derecho de la propiedad privada hecha ley es lo que da vida al régimen donde la riqueza se acumula groseramente en unas cuantas manos mientras que en los trabajadores crece la hambruna y la miseria.
No pretendemos sumarnos a la campaña de “incredulidades” o denostaciones, ya fuimos claros en exponer desde los primeros momentos nuestra posición política, reconocimos en cada uno de los aspirantes sus respectivas cualidades particulares, por ende, ahora que hay un “vencedor” son discutibles los puntos de vista que implican la negación de las condiciones objetivas de la pauperización de los trabajadores del campo y la ciudad, cuyo origen es la explotación y opresión capitalistas.
La plusvalía como piedra angular del capitalismo fue estudiada ampliamente por los creadores del marxismo y sistematizada en la elaboración de la Crítica de la economía política. Sobre esta premisa se explica la génesis del capitalismo, la existencia de una masa empobrecida material y espiritualmente, en contraposición de una cúpula de oligarcas.
El desenlace de la jornada electoral no debe sorprender a mentes incautas, significa existencia de pugnas interburguesas específicas, pero con una generalidad, garantizar los intereses de la clase que detenta el poder: la burguesía. Esta conclusión no es una novedad, solamente quienes fincaron falsas esperanzas pueden sentirse decepcionados sin muchas de las promesas resultan inalcanzables o irrealizables.
El terrorismo de Estado apuntaló el proceso electoral, las víctimas son reales donde el vínculo entre el poder económico y político es su cometido es inobjetable, por lo tanto, la retórica insistente de interpretar los fenómenos socio-económicos a través de la corrupción resulta una equivocación enorme, por decir lo menos, cuando no por el origen de clase de los conceptos.
¿Cómo explicar el hecho de que en estados donde la ambición capitalista es grande existe mayor número de víctimas? ¿De qué manera entender que los lugares desolados por la violencia hoy son erigidos como sostén de desarrollo económico en manos empresariales? No se puede ocultar lo inocultable. Los crímenes de lesa humanidad y de Estado tienen el objetivo de apuntalar el proceso reproducción del capital.
Atribuir al código moral las profundas desigualdades sociales que hay en las masas trabajadoras significa reducir todo al ámbito de lo personal y superfluo, a la maldad o bondad de las personas. Mediante tal aseveración se pretende omitir que el régimen capitalista es inhumano por naturaleza, de él no puede obtenerse más que explotación y miseria, de donde se desprende la necesidad de su superación cualitativa.
La idea del “burgués bueno” es una quimera, porque él mismo está inmerso en las leyes de reproducción capitalista. Imbuidos en el ciclo de circulación del capital diseñan políticas económicas que no respetan la vida del trabajador, únicamente se le observa como la mercancía capaz de generar plusvalor, solamente en esta condición se le mantiene con vida, como la bestia de trabajo que genera riqueza.
La realidad es cruel y no hay razón para maquillarla, es ofensivo morir por enfermedades curables, denigrante es mendigar por un trabajo, pero esta es la realidad a la que condujeron los gobiernos neoliberales. A esta situación conduce la política económica neoliberal dictada desde el imperialismo, asimismo la violencia institucional que golpea y asesina, igual o peor que las balas de los cuerpos represivos.
Entender el fenómeno en todas sus concatenaciones y abonar a la claridad política significa seriedad en el análisis, por ello, conceptualizar el hecho como un “proceso revolucionario”, un “momento histórico” y otras tantas frases impregnadas de buenos deseos, no coadyuvan a la adquisición de la conciencia proletaria. La necesidad de un cambio es real, pero ello implica una serie de esfuerzos metodológicos desde la táctica de lucha independiente.
El hartazgo en algunos sectores populares es real porque es insultante el enriquecimiento de políticos de oficio al amparo del poder gubernamental, en consecuencia, el desarrollo del sufragio fue un indicativo de la actitud ante la crisis política del régimen, sin embargo, lo perjudicial radica en que la “participación ciudadana” es reducida a un día cada seis años, un rasgo de la democracia burguesa, aspecto que no educa y fortalece la lucha contra los opresores.
No es momento de fincar falsas esperanzas, tampoco de lanzarse a la labor criticista. El criterio de verdad es la práctica y hasta ahora el camino que deja resultados concretos a las masas trabajadoras para logar su emancipación es la organización independiente y la combatividad en cada una de sus acciones políticas.
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
(FNLS)