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Tinta Socialista No. 46. Voluntad popular o imposición oligárquica

Sábado 30 de junio de 2018, por Ciudad de México

Ciudad de México a 30 de junio de 2018

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Tinta Socialista No. 46. Voluntad popular o imposición oligárquica

La imposición oligárquica es inminente, los rescoldos “democráticos” para el “cambio” son insuficiente y quedan en entre dicho ante tanta triquiñuela de las que se valen los políticos de oficio para intentar ganarse la simpatía popular. Voluntad oligárquica o el respeto al sufragio, es la disyuntiva sobre la cual versan los análisis y conclusiones en el actual proceso electoral.

Las elecciones son parte integrante de la democracia burguesa, ésta existe para darle vida al régimen basado en la explotación económica y opresión política; es el mecanismo para renovar cada determinado tiempo, al administrador de los intereses de la clase que detenta el poder, por tanto, en los procesos electorales el que se erija como “triunfador” rinde pleitesía a la clase gobernante y no a las masas trabajadoras.

Existen coyunturas específicas que son creadas por el movimiento popular en el que las formas inherentes de la democracia electoral son rebasadas por el accionar consciente de las masas, pero ese escenario se encuentra lejos de parecerse a lo que acontece en nuestro país, por lo que resulta idílico depositar la confianza en estas elecciones y sus personeros.

Cada aspirante a ocupar la silla presidencial expuso sus conceptos respecto a las condiciones materiales de existencia en que vivimos millones de mexicanos. En cada discurso, spot o acto proselitista, salió a relucir el bagaje teórico por el cual rigen sus actos. Al cierre de la contienda electoral no hay duda que existen dos posiciones bien definidas; la continuidad del régimen neoliberal con mayor sumisión al capital monopolista transnacional, y aquella que pretende “suavizar” la voracidad capitalista.

Los discursos sobre las causas de la pobreza son disimiles, se le atribuye a la corrupción, al desbordamiento de la violencia del crimen organizado, a la “mala” administración de anteriores gobernantes… pero ninguna atiende el fenómeno en su exacta dimensión, cuando ésta tiene sus causas en el régimen que devora al ser humano, que explota y oprime a las masas trabajadoras.

Sería ilusorio pensar que tales conclusiones fueran parte de los análisis de algún representante de la actual coyuntura electoral, sin embargo, es justo partir de este criterio para determinar los matices que hay en cada uno de ellos, porque desde el movimiento popular existen voces que llaman a que esta “es la buena”. Incluso desde quienes en algún momento abrazaron las banderas de la trasformación social desde la trinchera de lucha independiente.

Es insultante observar la cantidad de basura electoral que deja todo este teatro, porque mientras se derrocharon cantidades onerosas de recursos la miseria campea en todo el territorio nacional. L os candidatos ubican que las masas miserables son presa fácil del clientelismo y terreno fértil para la compra de votos, por eso no buscan atender el problema sino administrarlo con paliativos aberrantes.

Toda la propaganda electoral que se utilizó en este proceso fue a parar a los desechos, toneladas de ésta no sirvieron para atenuar las condiciones de miseria en lo más mínimo. Una torta, una playera, un bolso y toda una serie de artículos desechables fueron los mecanismos para granjearse la simpatía del pueblo, actitud que devela cómo se lucra con la pobreza.

El Instituto Nacional Electoral (INE) asegura que “no hay posibilidades de fraude ni caída del sistema”; la Organización de Estados Americanos se apresta a enviar sus “observadores” electorales, sin embargo, ¿Cuál es la confianza que generan las instituciones del régimen? ¿Con qué calidad moral puede la OEA garantizar un proceso electoral limpio? Ninguno.

La desconfianza es grande porque el fraude es la constante en las últimas elecciones de donde emerge el representante de los intereses oligárquicos. Organismos internacionales de carácter proimperialista figuran como los orquestadores de campañas de desestabilización social e intervención ahí donde el capital monopolista transnacional considera amenazados sus intereses.

Resultan demagógicas las declaraciones de funcionarios donde aseguran que la violencia no pondrá en riesgo las elecciones. ¿Esa es su respuesta a las viudas de los candidatos asesinados? ¿Es el trato que merecen los huérfanos? Más aún, ¿así explican a las miles de víctimas del terrorismo de Estado producto de la violencia institucional?

La condición en la que viven las masas trabajadoras no requiere de promesas que se separen de la realidad objetiva, mucho menos el desgaste en el combate a fenómenos inherentes al régimen. La respuesta debe ser más sencilla, ¿cuál será la actitud con las miles de víctimas del terrorismo de Estado? ¿De qué manera se buscará resarcir la herida que provoca la violencia de clase?

La “cuarta transformación” de México es presentada como antítesis a la continuidad del régimen neoliberal, no obstante, ésta se vislumbra difícil dentro de los rieles de burocracia electoral. La necesidad social de un cambio es real, la superación cualitativa del régimen es inaplazable, pero esta necesidad apela a las masas organizadas fuera de los marcos corporativizantes del Estado mexicano y de su aliado, el oportunismo.

José Antonio Meade alude la conformación de un gobierno con un “equipo de valores e integridad probada”, en el cual “nadie esté por encima de la ley”, donde se coloca como ejemplo, para que así como “él, pueda ver a sus hijos y ciudadanos a los ojos”. Frases hueras y sin sentido, ni él ni nadie puede hablar de frente al pueblo porque en su responsabilidad pesan los saldos deleznables de la política de hambre y muerte.

Sostiene que “hay mucho que cambiar y corregir”, coloca como “el reto de la seguridad” como necesidad de primer orden, sin embargo, finge demencia para tomar en cuenta que durante el sexenio en el cual él fue funcionario se cometieron cantidad incuantificable de crímenes de lesa humanidad, que los índices de violencia se exacerbaron con un cifra inconmensurable de víctimas del terrorismo de Estado.

Tlatlaya, Tanhuato, Ayotzinapa, Nochixtlán… son algunos de los casos ilustrativos de la espiral de violencia del actual sexenio en el cual fue copartícipe, aunado a que en casos de desaparición forzada continuó con la impunidad que cobija a los perpetradores.

El uso faccioso que hace de la figura de su correligionario Fernando Purón resulta una maniobra burda para darse golpes de pecho, porque así como hoy el terror de Estado alcanza a las propias filas partidistas de todas las siglas, no existió una condena cuando la sangre del pueblo corría por todo la geografía mexicana, por el contrario, se expresaron abiertamente por ejercer la represión contra el movimiento popular.

El llamado del actual titular del ejecutivo federal a que “sufragar es el mejor rechazo a la violencia” es absurdo ¿Cómo explicar el hecho de que todos los gobiernos emanados de esta manera exacerbaron la violencia? Administraciones se suceden y sin embargo, la estela de muerte, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura… fueron en ascenso durante el sexenio peñista.

Ricardo Anaya cierra campañas en el Bajío mexicano, centro regional del grupo oligárquico que lo respalda y de sus turbios negocios, por más intentos que hizo no logró imponer la faceta de “pulcritud” de su historial político, la serie de corruptelas con las que amasa su fortuna se erige como prueba irrefutable de que es un hombre emergido desde y para el régimen.

Tiene razón en señalar que esta no “es una elección más”, porque cada uno de estos procesos ofrece particularidades específicas, pero la panacea a toda esta realidad lacerante no es la creación de una “fiscalía anticorrupción”, los males que aquejan al pueblo son mucho más profundos que un aspecto de índole moralino.

Las opciones están definidas dentro de este marco de vorágine electoral, cada personero intenta mover la simpatía a través de chantajes políticos. Es momento que dejen de usar al pueblo como moneda de cambio para nutrir el asistencialismo. El abstencionismo se expresa como la crítica sutil al régimen, el sufragio efectivo no logrará rebasar más de la mitad del electorado nacional.

La dicotomía no estriba en votar o no votar, la necesidad exige una actitud ante quienes se adornan en discursos estériles, en frases vacías que suponen solucionar la realidad de hambre y muerte. El sufragio no resuelve la miseria, no conduce a conocer el paradero de los detenidos desparecidos, no lleva la justicia a los criminales de Estado y no conduce a la combatividad de las masas ante las necesidades históricas.

Frente Nacional de Lucha por el Socialismo


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