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Testimonio del compañero Javier González Díaz, víctima de desaparición forzada, tortura y prisión por motivos políticos

Jueves 18 de abril de 2024, por Ciudad de México

Ciudad de México a 17 de abril de 2024

Antes que nada, envío saludos fraternos a cada compañero integrante del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, en particular, al compañero Higinio Bustos Navarro quien está preso por motivos políticos en una cárcel en Coatzacoalcos, Veracruz. Su libertad debe ser incondicional, porque ser luchador social no es sinónimo de delincuente.

Mi nombre es Javier González Díaz, integrante del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, campesino originario del municipio de Venustiano Carranza, Chiapas, víctima de desaparición forzada, tortura y prisión por motivos políticos en este sexenio.

El 17 de julio del año de 2019, a las 8:00 de la mañana nos dirigimos con otro compañero del poblado 20 de junio, a bordo de una motocicleta al municipio de Las Rosas, Chiapas, para realizar unas compras de la canasta básica. A nuestro regreso, nos detuvimos para comprar un regreso en una tiendita a la altura del panteón municipal de Las Rosas.

Mientras tomábamos nuestro refresco, tres personas vestidas de civil se dirigieron sobre nosotros, inmediatamente a mí me dieron un golpe en la espalda, me sometieron y esposaron. Mi compañero logró arrancar su motocicleta y salvarse de la detención, pero estos agentes vestidos de civil le dispararon en dos ocasiones, afortunadamente no le alcanzó ninguna bala y pudo dar aviso de los hechos a los compañeros de la comunidad.

De forma inmediata me subieron en una patrulla y llevaron a una casa a orillas del municipio Las Rosas. Me bajaron de la camioneta, me introdujeron a un cuarto pequeño, me sentaron en una silla esposado. Uno de ellos se puso unos guantes blancos y me dieron golpes en el oído con las palmas de la mano, alcanzo a darme dos golpes. Este método de tortura es conocido como “el teléfono”.

Intentó darme un tercer golpe, pero alcancé a girar la cabeza y el golpe me llegó en el rostro. Perdí el equilibrio y caí al piso, en seguida me dieron tres golpes más con el puño, uno golpe me dieron directo al ojo izquierdo, en la nariz y la boca.

Sangraba mucho. El resto de los policías me dieron de golpes en todo el cuerpo. Un policía dijo: “déjelo comandante, que lo va a matar”, el comandante respondió, “lo que quiero es matarlo, hijo de su puta madre”.

Queremos a otros compañeros tuyos, dime los nombres y la información de la organización. No les respondí nada y siguió con los golpes pero con un arma de fuego.

Alrededor de las 11:00 de la mañana llegó una patrulla de la policía para trasladarme al municipio de Teopisca a una cárcel clandestina, una especie de galera, allí se escuchaba como gente entrenando.

A estas horas del día, mi familia y compañeros ya estaban en mi búsqueda. Llegaron a la presidencia de Las Rosas a preguntar y les respondieron que no sabían nada, en la comandancia de la policía no dieron ninguna información sobre mi paradero.

El comandante que me tenía encerrado dijo que no tenía derecho a nada, que no podía hacer llamada a mis familiares. Pero un policía me proporcionó una llamada sin el consentimiento del comandante, así es como pude avisar rápidamente a un familiar y compañero. Minutos después llegó una señorita vestida de blanco, no se identificó, le pedí medicamentos para el dolor pero no me proporcionó nada, me respondió de la misma forma que el comandante, que no tenía derecho a nada, se dio la vuelta y se retiró.

A las 10:00 de la mañana del día 18 de ese mes llegó un familiar y un compañero a verme, fue muy breve. Ese mismo día me dijeron los policías que me llevarían a un ministerio público para leer mis derechos pero no estaba el fiscal, así que me regresaron de nuevo a Las Granjas.

Como tres veces me sacaron del lugar, pero nunca me presentaron con el fiscal del ministerio público. Aproximadamente a las 15:00 horas de ese día llegó una camioneta blanca con cuatro agentes vestidos de civil, portaban armas cortas, me preguntaron mi nombre y el nombre de la comunidad. Éste me dijo, “cuidado, no me vayas a mentir con el nombre y apellido”, le contesté que no tenía porqué mentirle.

Me insistió por el nombre de dos compañeros y sobre la información de la organización. Le respondí que no los conocía, y lo de la organización no hay más que lo que hacemos como actividades de denuncia. Uno de ellos ordenó que bajara una bolsa y que le pusiera agua para meter mi cabeza, este agente dijo, “haber si no hablas con esto, porque otra tortura de media hora ya no vas a aguantar”.

El vigilante le dije que no tenía nada que decir y si me querían matar que lo hicieran. “Bueno, te dejamos, pero piénsalo y en la noche regresamos y no si nos dices nada, te matamos y te pasamos a tirar por ahí”, después de sus amenazas se retiraron. Más tarde llegó otra persona de civil y abrió la reja, me subieron en una patrulla, dio la vuelva hacia la orilla de Teopista por una carretera de terracería, ahí estaba una camioneta blanca estacionada y cuatro agentes.

Estos últimos me subieron en esa camioneta, un agente a mi izquierda y uno a mi derecha, el que manejaba ordenó que me cubrieran la vista.

Después el de mi lado derecho sacó un arma corta y me apuntó a la altura de las costillas. Hice un esfuerzo y tiré el trapo que cubría mi rostro y les pregunté dónde me llevaban. Recibí solo amenazas de muerte.

Ubiqué que ya era San Cristóbal, parecía una oficina, un cuarto pequeño donde me tuvieron encerrado más de 15 minutos. Luego me trasladaron en una preventiva a bordo de un tsuro blanco. Como a las 10:00 de la noche, les pregunté a dónde me llevaban, me respondieron “que me iban a matar y dejar tirado en el camino, ya luego me fije que estaba en las puestas del Centro de Reinserción Social para Sentenciados núm. 5 (CERSS, 5).

Le hablaron al director de este penal, salió, pero él dijo que no me podía recibirme porque los policías no llevaban ningún documento que justificara mi detención, fue arbitraria. Por la tortura y lo golpes que me propiciaron el director insistió: “así como viene, aquí se puede morir”, realmente mi condición física era grave, con evidentes señales de tortura. Me esposaron la mano en una silla donde pasé el resto de la noche sin ninguna cobija y el frío se sentía hasta los huesos.

El 19 de julio como a las 3:00 de la mañana llegaron dos agentes con una carpeta de investigación, pero ninguno dio la orden de quitarme las esposas, así me tuvieron hasta las 13:00 horas del día. A esta hora fue la audiencia, me designaron dos abogados de este centro penitenciario, la juez dijo que tenía que estar 72 horas y que si no se presentaba la supuesta víctima me dejaban en libertad. Le comenté sobre la tortura y que no probaba ningún alimento desde mi detención desaparición forzada, pero no se inmuto por mi comentario.

A estas horas y fecha del día me ingresaron al penal, me llamaron al área médica, tomaron nota de las lesiones físicas que presentaba, fotografías, huellas dactilares, información de mi familia pero les dije que ya lo sabían. Allí solo me proporcionaron paracetamol y napróxeno.

Según la juez, la audiencia se llevaría a cabo en estas 72 horas pero no se realizó. Hubo una audiencia realizada hasta el 24 de julio con la decisión de mantenerme a proceso de vinculación.
José Javier Sánchez Ríos, hoy ex director del CERRS núm. 5, en forma de extorsión me pidió 30 mil pesos para que él me garantizara todos los derechos, que no me iban a golpear los internos, sin talachas o trabajo forzado y que si la organización no dejaba de realizar actividades por mi libertad me mandaría a un CEFERESO que es de alta seguridad.

Durante más de 2 años, 4 meses y 15 días, la supuesta víctima nunca se presentó porque no existe, en el municipio no tenían registro y referencia de ella. Sin embargo, el gobierno de Chiapas a través de la Fiscalía General del Estado, maniobró la ley a la medida de su antojo, prolongó una prisión como castigo con el propósito de abandonar la lucha independiente.

Mi desaparición forzada y tortura fue el anuncio de la escalada de una ofensiva represiva contra el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, es decir, una consigna gubernamental que desató la cacería política contra otros compañeros en Chiapas, Michoacán y Veracruz.

El Estado decide presentarme con vida no por voluntad, sino por las acciones políticas de masas que el FNLS realizó casi de forma inmediata bajo la exigencia de presentación con vida en las regiones de Chiapas y el país donde tenemos presencia y arraigo político.

En el año de 2019 inició una campaña mediática que criminaliza al movimiento popular independiente, en particular, al FNLS. Medios escritos y no escritos lanzaron calumnias en contra nuestra, el gobierno de Chiapas encabezado por el morenista Rutilio Escandón Cadenas criminalizó e instó al pueblo descompuesto y despolitizado a cometer crímenes en contra nuestra.

Después de mi encarcelamiento, Rutilio Escandón amenazó con ejecutar más de 130 carpetas incriminatorias. Logró detener de forma arbitraria al compañero Armando Hernández, Venturino Torres y Asunción Gómez hoy ex presos políticos.

Este acto de represión llevó al gobierno morenista a desplegar más de mil elementos de las corporaciones policíaco militares para realizar el cerco policíaco militar e incursionar en algunas comunidades del FNLS.

Mi caso es testimonio vivo de la represión, sobre todo, de un crimen de lesa humanidad por agentes de Estado cometida en Chiapas en mi persona. Los años pasan y la justicia para mi caso no existe, los mismo para el resto de los compañeros víctimas de la represión, todo lo contrario, la violencia institucional continúa como política de gobierno contra las comunidades organizadas en el FNLS.

Atentamente
Javier González Díaz, ex preso político del gobierno morenista
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo

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