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Tinta socialista No 48. ¡Alto al terrorismo de Estado! consigna popular que rebasa los límites de las coyunturas burguesas

Sábado 28 de julio de 2018, por Ciudad de México

28 de julio de 2018

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El terrorismo de Estado continúa con el incremento de cientos de víctimas en toda la geografía mexicana, mientras el festejo electoral mantiene las guirnaldas al vuelo. Las consignas populares de solución a las demandas más sentidas pasan a segundo plano, en tanto se sopesa el “triunfo”. Una coyuntura de esencia burguesa no puede marcar el rumbo estratégico, por lo que la lucha rebasa los límites sexenales de gobierno.

Existe la actitud malintencionada de pasar inadvertidos de los reflectores mediáticos los ríos de sangre que se desbordan ante la violencia institucionalizada, misma que incluso cobra la vida de personajes de la política oficial jerárquicamente inferiores, sin que haya una condena contundente para poner un freno a esta política criminal que violenta la integridad humana, más allá si son hombres del régimen.

Flaco favor hace a la democracia burguesa las parafernalias con que se mantiene el jolgorio por el triunfo de la “voluntad popular” dado que la violencia de Estado se agudiza y la cifra de víctimas de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y de Estado incrementan inconmensurablemente.

La violencia institucional estuvo presente previo, durante y continúa aún después de haber concluido con la designación de siguiente personero del régimen, sin embargo, pese a ser real la lista de estos execrables crímenes, el “festejo” parece opacar la realidad lacerante que vivimos millones de mexicanos.

El desenlace del pasado proceso electoral expresa puntualmente el reacomodo de los grupos de poder político-económicos, lo que implica un viraje en la correlación de fuerzas en el plano nacional.

No se trata de otorgar el beneficio de la duda o la condena al presidente electo, pero es lamentable que ante la juerga electoral se haga caso omiso de la violencia de Estado que aún mantiene la administración de Enrique Peña Nieto y que amenaza con recrudecerse conforme se acerca la toma de posesión del siguiente titular del ejecutivo federal.

El pasado proceso electoral no se puede tipificar como el más “democrático” y “pacífico” cuando es bien sabido que la lista de ejecuciones extrajudiciales de personajes que aspiraban a un puesto de elección alcanza casi dos centenares, sin considerar los crímenes del pueblo inerme previo, durante y posterior a las elecciones.

Imposible hablar de democracia ni de triunfo de la voluntad popular si diariamente se suman cientos de víctimas producto de la absurda guerra contra el narcotráfico. Al pueblo se le quiere vender la idea de que el porcentaje de votantes es la expresión nítida de la naturaleza democrática del régimen, sin embargo, no se responde a la interrogante de qué hacer con la pobreza, miseria y crímenes de lesa humanidad.

¿Cómo explicar la actitud de la cúpula oligárquica que inmediatamente solicitó hablar con el ganador? Simple. Su intención refleja que pretende imponer su voluntad y hacer valer sus intereses a toda costa. No interesa en absoluto los acuerdos a los que llegaron, si los hubo o no, lo destacable es que los empresarios a través de sus distintas agrupaciones exigieron sus canonjías sin tapujos.

La democracia burguesa se encuentra en una profunda crisis política, subsumida en un proceso de descomposición, lo cual condujo a la necesidad de reanimar su sistema de partidos, por ello, cada uno de los contrincantes “perdedores”, simularon una actitud “madura y ecuánime” ante los resultados de la contienda.

Los actos de los candidatos perdedores resultan un ridículo, sucesos que ofenden a la inteligencia humana, porque de forma cuasi mágica, olvidan todas las diatribas en las que se enfrascaron mientras todos competían por el escaño más alto de la República. Lo que sale a relucir es la inmensa necesidad de vitalizar al régimen, dotar de cierta “legitimidad” a los comicios con lo cual pretenden imponer la idea de que la democracia tiene sus destellos de perfección.

Enemigos acérrimos electorales que llegaron al insulto y a la descalificación personal, al punto de exacerbar los ánimos y demás afrentas, pero que minutos después del cierre de los comicios, se mostraron como los más “respetuosos” de la “voluntad popular depositada en las urnas”.

¿A quién pretenden engañar? Es verdad que una cantidad considerable se dio cita a las urnas, casi el 70 por ciento, según datos oficiales, pero esta no es la explicación de que la democracia brilló en todo su esplendor el pasado 1 de julio. Existe una cantidad no menos estimable que no acude a las urnas porque sabe que con esto se convalida al régimen.

Nuestro respeto es para quien aún cree en las elecciones, como tal hoy muchos se sienten favorecidos porque llegó quien personifica una posición en apariencia antineoliberal, pero aún falta ver los resultados concretos con ojo crítico y ante ello no puede existir vacilaciones para determinar si rompe con la lógica voraz del capitalismo o la reproduce al pie de la letra.

Erran en el análisis quienes equiparan lo acontecido el día de las elecciones a un proceso “revolucionario”, expresa una verdadera pérdida de los horizontes en el análisis, es verdad que amplias masas populares se dieron cita en las urnas, pero eso no tiene parangón con lo que significa un cambio radical. Insistimos, asistencia electoral en esencia es la expresión de la crisis política del régimen que esta vez logró obtener las bocanadas de oxígeno que requiere para subsistir.

Interpretar de esta manera una coyuntura burguesa tiene fundamento en la negación de la lucha independiente, en el desconocimiento de las leyes sociales que empujan a un cambio radical y profundo de la estructura económica, y no en la expresión subjetiva de ésta.

La pacificación del país tiene invertida la fórmula para explicar el origen de la violencia, subrepticiamente se sustenta ésta emana de sujetos descompuestos enquistados en los cuerpos policíacos o en el crimen organizado. El origen se encuentra en las condiciones de explotación y opresión política, el hambre que padece el pueblo es consecuencia directa de esta política, sin atacar este origen, es imposible la paz para los explotados y oprimidos.

No debe existir confusión, la pobreza tiene causales económicos donde la política es una expresión de la voluntad oligárquica hecha ley. El actuar combativo de las masas no puede ser comparado con acciones “violentas” porque es la respuesta creativa ante un régimen que siembra el terror, la zozobra y la muerte.

Más de 133 políticos de oficio asesinados durante todo el proceso electoral es una muestra irrefutable que la violencia de clase se encuentra desbordada, por ello, simplemente es inadmisible la caracterización de elecciones “democráticas”, “pacíficas” o “históricas”. Podrán pasar a la historia, pero como las más militarizadas y violentas.
Existen verdaderos esfuerzos honestos que acompañan a la coalición ganadora, pero también es real que es una mezcla muy heterogénea de posiciones políticas las que convergen en la actual plataforma de gobierno, situación que demanda mucha seriedad al elaborar los análisis y no dejarse llevar por la vorágine del cambio.
La siguiente administración no debe servir de parapeto de las posiciones claudicantes de la lucha independiente, donde se descalifique los métodos combativos de organización. Si de verdad dice que va a respetar al pueblo, éste debe tener plena libertad de ejercer sus libertades políticas de organización y movilización.

En la coyuntura actual de crisis económica y política el personero que arribe a la silla está acotado por el poder oligárquico del capital nacional y transnacional, donde el acto voluntarista no rendirá fruto satisfactorio para las masas trabajadoras.

El respeto político entre la lucha electoral y el movimiento democrático independiente debe existir en función de la honestidad de los planteamientos. No son los llamados a las formas corporativas de organización los que podrán poner freno a la violencia de Estado en un momento determinado, en principio se debe fortalecer la lucha independiente como única garantía real de triunfo.

Los resultados concretos serán el indicativo de la honestidad y veracidad de los planteamientos, sin embargo, no hay espacio para los buenos deseos en tanto que la democracia burguesa está diseñada para perpetuar el régimen de explotación y opresión capitalistas. La necesidad de los cambios cualitativos transita por la senda de la organización popular independiente.

Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
(FNLS)

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