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Crónica política: Mitin político y cotidianidad del pueblo

Martes 28 de julio de 2020, por Ciudad de México

Ciudad de México a 28 de julio de 2020

A la opinión pública

Un mitin político puede ser una actividad cualquiera para el sujeto que no conoce la realidad en que vivimos los pobres del campo y la ciudad, o bien, puede tratar de negarla, obviarla para no sentir los tragos amargos de nuestra precariedad, pero, esa actividad es más que un grupo reducido de voces que dicen, gritan, yacen bajo las inclemencias del clima, o incluso que se oponen al cambio o por ociosidad. Un mitin es una actividad eminentemente política.

Una actividad política con esas características de pronto puede generar impresión negativa, puede percibirse como ocurre, de cuando en cuando, pero tales juicios abren la pauta para aseverar que se escuchan porque es un acto que interrumpe la lógica de la cotidianidad de los transeúntes, porque generalmente un mitin político transcurre en los espacios públicos o ahí donde es necesario denunciar las injusticias, donde se espera empatía, voluntad política de quienes tienen la capacidad para ejercer el poder político para resolver las exigencias del pueblo.

¡Presos políticos libertad!, ¡Desaparecidos! ¡Presentación!, ¡El pueblo que grita, justicia necesita! son las consignas que se escuchan en un mitin, por citar un ejemplo; pero si las analizamos con detenimiento, comprenderemos que son exigencias y para su cumplimiento pasa necesariamente por las estructuras gubernamentales, por las leyes, por indagar a los responsables materiales e intelectuales que chocan inevitablemente con los intereses de los desposeídos y los dueños del poder económico y político.

No es sencillo, no es tan simple como muchos piensan, porque para realizar un mitin exige voluntad, disposición y la conciencia del sujeto político para entender la necesidad de salir a las calles. Irrumpir en la plaza pública para explicar conceptualmente la problemática que vive el pueblo requiere de esfuerzos intelectuales para abstraer las premisas científico materialistas; asimismo, la necesidad de documentarse para manifestar cada acto de injusticia que vive el pueblo trabajador del campo y la ciudad, o a quienes les fueron conculcados sus derechos humanos o son víctimas de crímenes de lesa humanidad.

En esta enmienda política no hay lugar para la diatriba o las especulaciones, la práctica misma y la necesidad de justicia hace de quienes acudimos a los mítines que nuestra voz no se diluya en el vacío o en las paredes de las instituciones oficiales. Es en la experiencia misma como se esculpe la capacidad en la oratoria y retórica con el firme propósito de que se resuelvan las demandas más sentidas del pueblo.

Acudir a la plaza pública, desde luego, requiere de planeación, no tiene que ser un acto pragmático, espontáneo, resultado de caprichos o intereses personales, porque en quienes ejercemos nuestro derecho a disentir o emitir nuestros juicios políticos de manera crítica recae la mirada criminal del Estado a través de sus agentes policíacos uniformados o vestidos de civil.

No se vierten actos catárticos, sino combatividad, no mendigamos paliativos sino garantías reales de protección, cumplimiento de nuestros derechos humanos y libertades políticas, porque nuestra simple presencia y voz revelan que éstos son escamoteados, por eso, un gobierno que en el discurso dice ser “democrático del pueblo, que no reprime, no viola derechos humanos, no roba, no miente o no traiciona” es una quimera, porque la realidad que vivimos cientos de miles de proletarios en el territorio nacional exhibe todo lo contrario.

Creer ingenuamente en las palabras de un político que únicamente arenga, pero, no actúa en apego a sus dichos implica aceptar la demagogia como política de gobierno, su efecto negativo significa renunciar a defender nuestros derechos, reflejamos cobardía, incapacidad y de puño a puño de tierra sepultamos los ingentes esfuerzos de hombres y mujeres que dieron su vida por lo que hoy el régimen quiere negar.

Cuando las masas decidimos salir a las calles y plazas públicas nos enfrentamos con nuestra realidad. En las calles se observan miradas indiferentes, cuerpos cansadas, ya sea de hartazgo, somnolencia o desgaste. El transporte público luce entre 08:00 a 09:00 a.m. semivacío, porque el trabajo asalariado no sabe de preocupaciones en los hogares proletarios por la ausencia de un ser querido o la deuda al abonero, dinero para adquirir los objetos de primera necesidad, aunque son horas en las que toma lugar el mandado o cualquier razón para salir, pero es fácil identificar el rostro de la miseria o la pobreza.

Hombres que abordan los camiones o microbuses para ofertar mercancías, su argumento es para garantizar “unas monedas” y llevar algo de comida a su familia, pero, por la causa que fuese son la expresión de la pobreza, miseria y la degradación humana a la que es condenado el pueblo, porque el Estado no garantiza el derecho al trabajo, vivienda digna o alimentación. Casos como éstos se repiten en la Ciudad de México.

En el camino a determinadas estaciones del servicio de transporte colectivo metro o en las calles es innegable la abundancia del comercio ambulante, por esso, no hay forma de obviar esa expresión de la pobreza y el desempleo en nuestros mítines; en esas condiciones, la denuncia es vital si queremos que el Estado haga valer nuestros derechos constitucionales.

Al interior de la estaciones en los alrededores de los pasillos se escuchan las potentes voces de los mercaderes ambulantes con el marketing peculiar del pueblo; en los vagones se aprecia personas que dormitan, en algunas estaciones es notable el hacinamiento relativo pese a la política de distanciamiento social, indican el desgaste físico de la masa de trabajadores que diariamente acude al trabajo, condición que nos permite deducir lo extenuante del horario de trabajo, la distancia que es necesario recorrer del lugar al centro de trabajo.

En ese espacio, también existen vendedores ambulantes quienes interrumpen el sueño de algunos, la conversación de otros, pero, pocos corresponden a la oferta, después de todo, un hecho concreto es evidente, cómo a diario son miles los asalariados que recurren al sistema de transporte colectivo metro para llegar a tiempo al trabajo.

Así transcurre la vida de la fuerza de trabajo, minutos y horas de la vida se quedan en ese medio de transporte, mientras los “patrones”, los explotadores amasan ganancias, nos referimos a los dueños de supermercados, tiendas de servicio, hoteles y restaurantes, empleados bancarios, obreros de la industria manufacturera y de la construcción, etcétera, aunado a los propietarios de la mediana empresa, pero el asalariado percibe únicamente el mínimo necesario para sobrevivir, nos referimos al trabajador promedio, empero, su existencia está atado al trabajo explotado, de ahí que esa expresión de la vida cotidiana de las masas trabajadoras pasa por el tamiz del análisis y la denuncia política.

No hay manera de pasar por alto esa realidad taladrante, la desgracia humana, no puede ocultarse cuando ésta brota inexorablemente en las rutas de asfalto y concreto, esa cotidianidad del pueblo es la que sustenta la denuncia, lo amargo de la pobreza tiene su fuente en la grosera desigualdad económica y social que se sustenta en el robo de la riqueza social que hacen a los empresarios vivir como parásitos.

Mientras los desposeídos son usados para exprimir las ganancias que concentra el oligarca, éste mandata la represión cuando la crítica política de las masas choca con sus intereses, el Estado los protege cuando, por ejemplo, cuando la organización popular e independiente lucha por justicia, la defensa de los derechos y libertades políticas del pueblo, el régimen comete desapariciones forzadas, tortura y detiene de manera arbitraria e injusta a defensores de derechos humanos y a luchadores sociales.

Razones para la denuncia son muchas, por eso el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS) acude a las calles y plazas públicas o carreteras, así se mezcla en la vida cotidiana del pueblo, de los pobres del campo y la ciudad; por eso, cada mitin se realiza con el objetivo de informar al pueblo solidario, receptivo, a la opinión pública en general, porque de esos esfuerzos surgirá voluntad de luchar para mejorar las condiciones materiales de vida de las masas oprimidas.

Un mitin político no es un acto vacuo, su finalidad es la denuncia, por esto, nuestras voces intentan llegar a lo hondo de la conciencia de los explotados, porque creemos que entre los pobres y miserables mañana o tarde la unidad brillará hasta arrancar de raíz los males que el régimen nos quiere condenar.

Atentamente
¡Por la unidad obrera, campesina, indígena y popular!
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
FNLS

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