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Tinta Socialista No 62. El terrorismo de Estado no se diluye con axiomas subjetivistas ni gráficas estadísticas superfluas

Viernes 4 de enero de 2019, por Ciudad de México

Ciudad de México a 4 de enero de 2019

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El terrorismo de Estado es un fenómeno que sobrepasa los límites sexenales y es imposible ocultar con sentencias y conclusiones subjetivistas. Las estadísticas expresan únicamente el fenómeno en su condición cuantitativa y con ello existe la intención de omitir el aspecto cualitativo que enluta a millones de familias y lacera acremente la humanidad de miles de hijos del pueblo.

La existencia de los crímenes de lesa humanidad que dan cuerpo a la política represiva es una realidad imposible de ocultar a través de frases superfluas, por mucho que los buenos deseos priven en la elaboración de conclusiones, las condiciones objetivas no pueden ser obviadas por medio de la voluntad unipersonal.

La necesidad de poner fin a la violencia de Estado que diariamente desangra a millones de familias mexicanas es una realidad insoslayable, no obstante, ésta no se extinguirá por mero decreto y formulación de cuadros comparativos estadísticos. Más que negar o minimizar el fenómeno es preciso abordarlo en la magnitud de su expresión concreta.

Es verdad que la violencia que emana del régimen neoliberal golpea considerablemente al pueblo mexicano, pero la sentencia no se puede quedar en la generalidad, porque de esta manera se allana el camino a la impunidad, es inadmisible el punto y aparte en cuanto los responsables del baño de sangre se mueven impunemente y la espiral de violencia crece inconmensurablemente.

Nuevamente como en campaña son los funcionarios de menor rango quienes pagan con sus vidas la oxigenación del régimen. El asesinato del edil del municipio de Tlaxiaco en el estado de Oaxaca es una muestra de la expresión de este fenómeno social, los cuales, forman parte de las víctimas de esta ola de violencia institucional.

¿Cuántos ejecutados extrajudicialmente se necesitan para reconocer un fenómeno de tal envergadura? ¿Cuántos funcionarios de perfil bajo se ocupan para distinguir que la violencia se desborda desde las mismas instituciones del régimen? Ya son muchos en lo que va del actual sexenio y no se trata de hacer comparaciones subjetivistas, sino de afrontar el fenómeno en todas sus concatenaciones.

No es la intención hacer escarnio de una condición heredada de sexenios anteriores, pero se requiere mucho más sentido de responsabilidad para quien representa al Estado mexicano. Si en verdad hay el deseo de realizar acciones que distingan a la presente administración de sus antecesoras, no es con la diatriba y la acción contestataria como se puede afrontar una realidad de asola a todo el territorio nacional.

El llamado a dar el “punto y aparte” es una respuesta muy lamentable ante la exigencia de justicia por parte de los familiares de las víctimas, es una salida falsa ante el clamor de quienes padecen en carne propia los flagelos represivos.

La situación de violencia institucional no precisa de generalidades, las mismas que en un momento endosaron a la corrupción todos los males del país, hoy es el régimen neoliberal y pese a que esta última conclusión es una verdad indiscutible, la necesidad actual exige determinar la especificidad del fenómeno, es decir, identificar a los responsables, la justicia para la víctimas y el castigo a los perpetradores.

Las opiniones de los representantes del gobierno mexicano son sumamente volátiles determinadas por la situación del momento, existe en ellas una máxima que se mantiene, la intentona de convencer a las víctimas del terrorismo de Estado a dar la vuelta a la hoja. Es de reconocer la decisión de liberar a una cantidad importante de presos políticos, pero es igual de urgente la necesidad de justicia para los miles de detenidos desaparecidos y ejecutados extrajudicialmente.

Tiempos aciagos vivimos los mexicanos, sobre todo los pobres del campo y la ciudad, sobre no nosotros se pretende descargar todo el peso de los paliativos para intentar superar la crisis capitalista y asegurar el nuevo ciclo de reproducción de capital con lo cual nuevas oleadas de crímenes de lesa humanidad amenazan con llegar.

La deuda para con los familiares de múltiples crímenes de Estado aún está latente, la confianza que algunos sectores populares depositaron aún no está saldada. No es intransigencia, es simplemente verbalizar las exigencias de antaño y que hasta hoy no figuran en el primer plano de agenda federal, la presentación con vida de todos los detenidos desaparecidos y el castigo a los responsables del baño de sangre.

No es que las organizaciones del movimiento popular no entendamos la visión del nuevo gobierno en materia de seguridad, por el contrario, la cosas parecen estar mucho más claras cuando las opiniones son vertidas ante determinado acontecimiento, por ello, es que las conclusiones son contundentes, existe el mismo yerro para identificar el clima de inseguridad y reducir el fenómeno al aspecto cuantitativo al despliegue de efectivos policíaco y militar en las calles.

El fenómeno es entendido desde el mismo crisol que los gobiernos anteriores, por ello es difícil suponer que las explicaciones tendrán variaciones de esencia, muy a pesar de los matices, la generalidad es la misma, militarizar el país con el supuesto de combatir la inseguridad, con lo cual, el sofisma de la seguridad se convierte en el telón que encubre la violencia institucional.

Es momento de explicar la metodología por la cual se llegó a la conclusión de que la violencia en el país tenía como saldo más de un millón de víctimas, hoy es esa misma cantidad de víctimas reclama ser rescatadas del anonimato, ser identificadas con nombre y apellido. Enumerar es importante, pero lo es aún más hacer que llegue la justicia para todos ellos.

No se trata de lanzar la acusación sin fundamento, nuestros detenidos desaparecidos nos duelen a todos, sentimos su ausencia forzada a pasar de lo taladrante de tiempo; los ejecutados de manera extrajudicial calan en lo profundo de nuestro ser, todos somos víctimas indirectas de esta política criminal porque todos tenemos a un ser querido en estas condiciones, por ello simplemente es inadmisible el punto y aparte.

Tenemos nombres, rostros, historias… son familias cercenadas, hogares mutilados, en suma es el pueblo desangrado. No podemos quedarnos impasibles cuando se crea una encrucijada de cifras por medio de declaraciones subjetivistas, tablas y gráficas, en los hechos son aforismos que quedan en el vacío sin un sustento en la realidad porque diariamente la lista de víctimas crece descomunalmente.

Nuestra actitud no es contestataria, no nos mueve la diatriba ni la crítica sin sentido, es la lucha en el terreno de las ideas, en la exposición de nuestras concepciones a través del crisol del materialismo filosófico y es la firmeza de las convicciones la que nos lleva a concluir que no son tiempos de arriar las banderas de la lucha por el socialismo, porque es la única manera de acabar con todos los males que aquejan a la humanidad.

Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
(FNLS)

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