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Tinta Socialista No. 45. Placebos electorales para atender la realidad de miseria y crímenes de lesa humanidad

Martes 26 de junio de 2018, por Ciudad de México

Ciudad de México a 25 de junio de 2018

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Tinta Socialista No. 45 Placebos electorales para atender la realidad de miseria y crímenes de lesa humanidad

La falsedad del proceso electoral brilla en todo su esplendor conforme la contienda electoral llega a la recta final; los principales aspirantes a la silla presidencial insisten en esquivar la realidad hiriente que vive el pueblo mexicano con placebos electorales, sus propuestas se salen por la tangente en tanto no otorgan respuestas concisas ante el descomunal incremento de la miseria y el terrorismo de Estado.

Es imposible de ocultar el largo historial de corruptelas del abanderado de la coalición PAN-PRD-MOVIMIENTO CIUDADANO, la fortuna familiar y personal que ostenta es producto de toda una serie de manejos truculentos, formas cotidianas de existencia de politicastros de toda laya para asegurar un “futuro” al amparo del régimen.

El representante de la coalición “Todos por México” insiste obcecadamente en que el sufragio popular lo favorecerá con el triunfo, sin embargo, omite que el pueblo está al borde del hartazgo producto de la política de hambre con la que gobiernos que encabeza su partido condujeron la riendas del ejecutivo federal. Omite hacer alusión a su concepción proempresarial como hombre del régimen, manifestada en la implementación de las denominadas Zonas Económicas Especiales.

El abanico de posibilidades electorales es muy reducido, si se toma en consideración las propuestas de campaña, ningún candidato esboza una salida distinta al clima de inestabilidad social más que el fortalecimiento del Estado policíaco militar, situación que expresa la alternativa fascista ante la crisis económica y política del régimen.

El candidato de la “esperanza” encabeza el puntero electoral, no obstante, el sentimiento esperanzador que siembra en algunos sectores del electorado nacional que cree en él es muy tenue, finca su programa de gobierno combatir el “principal” problema de México: la corrupción, sin embargo, las tesis de las que parte están equivocadas porque no es ésta el principal problema que vive el país, sino la miseria y pobreza que campea en toda la geografía.

Hace bien en denunciar la cifra de víctimas de la política represiva que impulsaron los anteriores gobiernos, pero esta cifra aunque cercana a la realidad es aún conservadora, porque es imposible obviar a las víctimas indirectas. Por cada detenido desaparecido, ejecutado extrajudicialmente, torturado o desplazado, hay por lo menos un núcleo familiar compuesto por varias personas.

A la violencia represiva debe sumarse la violencia institucional, las cifras hablan por sí mismas, 75 por ciento de la población mexicana vive en condiciones precarias, un problema que es de índole económico y no moral, por lo que su superación no reside en el combate a la corrupción, sino en elaborar un programa puntual para acotar la ensanchada brecha que separa a los poseedores de los desposeídos.

Tipificar como delito grave la corrupción no es la solución a este fenómeno intrínseco del régimen, no es con códigos moralinos como se hace frente al mal inherente al modo de producción con sustento en la explotación del hombre por el hombre, es ante todo una relación económica que no puede ser superada con actos voluntaristas mientras no se ataque el problema desde sus causas.

La pobreza como la corrupción son males inherentes del sistema capitalista, fenómenos que laceran al pueblo trabajador y se agudizan en la medida en que se desarrolla el capitalismo, con saldos cada vez mayores en los momentos que entra en crisis. Este es el contexto en que se desenvuelven las elecciones, por lo que no sólo está en juego la renovación del inquilino de Los Pinos, sino la profundización de las políticas de hambre espoleadas por la situación internacional.

Las diferencias que matizaban a los respectivos abanderados partidistas en la presente contienda electoral se difuminan paulatinamente. Es meritorio analizar el desarrollo que describen sus discursos, los cuales poco a poco se acomodan a las exigencias oligárquicas y veladamente establecen acuerdos para garantizar sus intereses.

Cada personaje está identificado por determinados conceptos sobre el mundo circundante, a través de sus categorías formulan propuestas y alternativas para superar los principales males que aquejan al pueblo. Hay algunas propuestas que por lo menos requieren cierta elaboración analítica, otras rayan en lo burdo y lo histriónico, como la de otorgar tarjetas electrónicas para hacer depósitos económicos irrisorios como plantea se señor Anaya.

La propuesta del representante de la coalición “Por México al frente” se concreta en el denominado “ingreso básico universal”, mismo que según este parámetro es suficiente con la cantidad de 1,500 pesos mensuales. Nada comparable con lo que la joven familia del panistas logra amasar en un mes, la módica cantidad de 400 mil pesos.

Mientras los candidatos ofertan promesas que rebasan los límites del realismo, el escenario electoral se empaña con la vida arrebatada de candidatos a puestos de elección municipal, como es el caso reciente en el estado de Michoacán en el municipio de Ocampo. Crímenes de esta naturaleza señalan que en la recta final de las elecciones el terrorismo de Estado tiende a recrudecerse.

Son más de 40 los candidatos asesinados en lo que va de la contienda electoral, empero, la condena de los representantes nacionales brilla por su ausencia. Acostumbrados a ver correr la sangre del pueblo trabajador, para ellos es fácil llegar a la conclusión que estos personajes pagaron con la vida su último servicio al régimen.

Declaraciones recientes de algunos representantes de las fuerzas electorales sostienen que este clima de violencia y muerte es producto de la descomposición social. Es fácil tirar la piedra y esconder la mano, es sencillo lanzar evasivas sobre los saldos deleznables de la política represiva, se omite que esta realidad lacerante tiene patente en el Estado mexicano, aspecto que fue denunciado por el movimiento popular desde hace sexenios y que hasta ahora existió el silencio cómplice de la mayoría de los políticos de oficio.

Resulta pueril y una verdadera actitud irresponsable las declaraciones de estos representantes partidistas al minimizar la andanada de asesinatos contra candidatos a puestos de elección popular, deslizan soterradamente la negación de que la privación de la vida de algunos de sus colegas tenga relación con la pugnas interpartidistas en la disputa de ser “elegidos” como los administradores del siguiente periodo gubernamental.

Sostener que este fenómeno no se va a frenar si no se detiene el “baño de sangre en el que está inmerso al país”, es una verdad a medias, porque en los hechos no es una condena por las víctimas de estos crímenes deleznables, sino la justificación de la cuota de sangre que los políticos de oficio están dispuestos a pagar con el objetivo de favorecer los intereses de la clase en el poder.

Resulta un absurdo y una irresponsabilidad la actitud de estos representantes al argumentar que se abstuvieron de hacer la denuncia de los candidatos abatidos para no generar “sicosis en la población”, lo que alejaría la “participación ciudadana”. Según su lógica es válido guardar silencio con el objetivo de oxigenar a la corroída democracia con vidas humanas.

Atribuir los asesinados a la “disputa del crimen organizado” en algunos estados es una verdadera falacia, por decir lo menos, porque sobre esta figura delincuencial se pretende endosar toda la andana de terror que padecen las masas trabajadoras, política represiva con la cual politicastros nacionales se granjean cotos de poder.

En la recta final de esta coyuntura proselitista son muchos los actores políticos que emiten su opinión, resulta particularmente digna de atención la argumentación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, donde sostiene que “el miedo imposibilita la democracia”. Es claro que con tales eufemismos ocultan la esencia del fenómeno, la existencia del terrorismo de Estado para apuntalar la imposición oligárquica.

Los vaivenes en la coyuntura electoral son cada vez más notorios, paulatinamente se delinea la posibilidad de un viraje hacia la opción “menos peor”. La voz empresarial y oligárquica ya se hizo notar a través de varias declaraciones, lo que conduce a comprender que ya existe un acuerdo entre la cúpulas del capital monopolista trasnacional respecto al siguiente administrador de sus intereses.

La pobreza no desaparecerá con la llegada del próximo titular del ejecutivo federal, los crímenes de Estado amenazan con extenderse a todos los rincones de la geografía mexicana independientemente de quien ostente este título, por lo que a las masas trabajadoras no les debe embargar el sentimiento esperanzador de un cambio en lo inmediato, la necesidad llama a mantener la combatividad y exigir con acciones políticas de masas el respeto a la voluntad popular.

Frente Nacional de Lucha por el Socialismo


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