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El oportunismo reformismo al interior del movimiento popular se caracteriza por sus actitudes pusilánimes en los momentos más álgidos de la movilización política

Jueves 22 de febrero de 2018, por Ciudad de México

Ciudad de México febrero de 2018

A los medios de comunicación nacional y del extranjero
A las organizaciones populares, democráticas e independientes
A los organismos defensores de los derechos humanos
Al pueblo en general

En distintos medios electrónicos se han vertido sendos señalamientos contra nuestra organización y compañeros con el objetivo de favorecer el campo fértil de la represión en un escenario de terrorismo de Estado; infundios sin ningún fundamento más que colocar el dedo inquisidor sobre quien puede ser la próxima víctima, calumnias que se vierten desde el anonimato que procura las llamadas “redes sociales”, así como el amparo de las formas de lucha gobiernistas; sandeces que procuran tener eco al interior del movimiento popular.

Es natural que en el curso del desarrollo de las acciones políticas de masas existan desavenencias respecto a la forma de orientar la lucha política, sin embargo, éstas son dilucidadas en la práctica concreta, en el dinamismo que la actividad misma provee, por esta razón, en esta plétora de infamias no existe una diferencia de matiz o de forma, sino de esencia, entre quienes sostenemos una lucha consecuente y los detractores que hacen el trabajo de madrinas al servicio del Estado mexicano.

La violencia en nuestro país tiene carácter de clase, por lo que resulta una mentira sostener que ésta es provocada por la acción combativa de las masas, más aún, que una organización en particular es la causante de la agresividad con la que arremete el gobierno federal y los estatales. Este tipo de argumentos se maquinan en las mentes pusilánimes de elementos vacilantes y faltos de carácter de lucha o en los agentes policíacos que buscan descarrilar la ruta de la movilización.

En reiterados panfletillos se nos acusa de paramilitares, de causar división al interior de las organizaciones, provocar la represión, de “anarquistas”, vividores…, entre otros infames señalamientos que tienen fundamento en los corredores de las instancias de la policía política. Sostener tales calumnias es la expresión de la criminalización de la protesta y lucha popular que tiene sus voceros dentro de las organizaciones, actitud que asumen servilmente paleros del régimen bajo seudónimos y perfiles de redes sociales.

Resulta meritorio analizar la necesidad de sostener estos argumentos, porque es real que algunos elementos del pueblo manifiesten temor de caer en las garras represivas de los cuerpos policíaco militares, empero, una cosa es el sentimiento natural de angustia para intentar ponerse a salvo y otra muy diferente es despotricar una serie de infamias.

Con esta campaña de infundios se busca generar las condiciones óptimas para actuar contra elementos activos en las acciones de protesta, poner el dedo inquisidor de la futura víctima, donde integrantes del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS), que son trabajadores de la educación fueron señalados por estos esquiroles y policías al servicio de Silvano Aureoles Conejo.

La realidad es terca y nos demuestra que nunca en la historia de los pueblos se ha visto que la lucha se desarrolle en un ambiente faustoso, por eso no nos sorprende la actitud incisiva de algunos elementos oportunistas enquistados en las estructuras de la organización popular, por “llevar la fiesta en paz”; cuando las circunstancias arriban a un ambiente de tensión, surgen eufemismos que rayan en lo absurdo, como “dar una salida política”.

¿Qué es una salida política? ¿Pactar con el Estado? ¿Tomarse un café con los funcionarios para destensar los ánimos? ¿Llegar a las mesas de negociación de rodillas? Tomarse un café con los verdugos no es la solución a las legítimas demandas populares, lo que se requiere es más organización y movilización, donde la combatividad y creatividad identifique cada una de las acciones políticas. Para defender los derechos del pueblo con dignidad y combatividad, la actitud pusilánime no es válida.

La movilización con métodos combativos también es política, quizá es esto lo que olvidan los grandilocuentes representantes de la lucha mediante simbolismos, más aún, aquellos esbirros del Estado que porfían una sarta de sandeces desde el anonimato, porque aunque aparecen con imágenes en sus perfiles de redes sociales, sus dichos se sustentan en el anonimato.

La protesta en las vías de comunicación, ya sea las férreas, carreteras, casetas de peaje; marchas, mítines, plantones… son parte de las acciones políticas de masas, cada una de ellas marcada por el tamiz de la creatividad popular, que expresa la relación entre la magnitud de la agresión y de la respuesta popular, de esta manera es como se define tal o cual metodología donde la pusilanimidad no tiene cabida.

Ante la política antipopular y represiva del gobierno únicamente se le podrá hacer frente de manera organizada con la generalización de las acciones políticas de masas que adquiere una forma de lucha concreta y no mediante simbolismos, por esta razón, quienes condenan las acciones de protesta, se colocan del lado del opresor, sea por nómina o por ingenuidad, hacen el trabajo sucio de señalar a integrantes activos de las organizaciones populares.

Así como el Estado mexicano mueve a sus testaferros para vomitar una y otra vez, mentira tras mentira, es igualmente legítimo identificar a cada uno de estos sátrapas encubiertos en el movimiento popular como los enemigos del pueblo, porque en el seno de las organizaciones se puede ubicar con exactitud quién desarrolla lucha consecuente y quién se esconde en el anonimato para escupir sus infundios.

Cualquier incauto puede entender que en la lucha por las reivindicaciones sociales y gremiales se desenvuelve en una confrontación contra las estructuras de poder, las cuales cada vez menos representan los intereses más sentidos de las masas trabajadoras, en consecuencia, una lucha en estas condiciones no se puede librar sin mantener una posición de fuerza para asegurar las conquistas sociales, la fortaleza de las masas oprimidas radica en la combatividad que imprima en cada acción política.

El oportunismo reformismo al interior del movimiento popular se caracteriza por sus actitudes pusilánimes en los momentos más álgidos de la movilización política, con toda una serie de subterfugios pretenden desmovilizar a las masas y conducir a la conciliación de clase. Intentar responsabilizar a una organización en particular de los retrocesos de la lucha es no asumir una actitud autocrítica sobre los métodos de lucha, por el contrario, es la pretensión de endosar el fracaso de la línea oportunista a la posición más consecuente.

Es verdad que el Estado por naturaleza es violento, pero también es cierto que cuando se pierde combatividad en la protesta, el sector organizado y movilizado queda a merced de los verdugos, es por esto que la mejor garantía de solución favorable es mantener la cadencia en la lucha popular, escalar en la creatividad y métodos de lucha según la necesidad lo demande. Asumir una actitud pasiva está demostrado que no deja resultados positivos y peor aún, a veces se cuentan víctimas del pueblo que se desmoviliza.

En otros momentos se nos acusó de paramilitares, ahora se nos quiere comparar con la organización gobiernista “antorcha campesina”, suponen estos sesudos analistas que nuestras formas de organización se conducen por la ruta clientelar, por los senderos de las formas institucionales de la política oficialista, es sencillo regurgitar toda una perorata de infundios desde el anonimato que presta un perfil en redes sociales, pero sostener éstos en una discusión política es algo que no puede ser real, porque la mentira es la esencia del panfleto anónimo.

Acusarnos de paramilitares es una estupidez, una elucubración ingenua, por decir lo menos, pero no por eso no deja de es una acusación seria, porque estas aseveraciones tienen sustento las fuentes policíacas, con las cuales pretenden diluir los crímenes de lesa humanidad que se cometieron contra nuestra; tomemos como ejemplo el asesinato político del compañero Héctor Sántiz López, la ejecución extrajudicial del compañero Humberto Morales Sántiz, el intento de ejecución extrajudicial de cinco compañeros nuestros en la Ciudad de México, la desaparición forzada de Fidencio Gómez Sántiz, el atentado en Morelia Michoacán que dejó secuelas graves en la compañera Rosa Hernández Reyes…

Quienes nos acusan de paramilitares, de provocar la división y la represión, no sólo basan sus denostaciones en la ignorancia, sino que beben de las fuentes policíacas, ¿acaso han emitido alguna condena por los miles de casos por la desaparición forzada en nuestro país? ¿Sostienen la denuncia permanente de la ola de violencia de clase que se materializa en los cientos de fosas clandestinas en el país?, ¿desarrollan movilización política ante el terrorismo de Estado?

Sin duda que la respuesta es negativa, su labor policíaca se conduce a emitir juicios incriminatorios, unas veces detrás de una computadora o teléfono celular, pero también los hay quienes en las asambleas azuzan para que golpeen a nuestros compañeros, aquellos sí son los verdaderos porros, los ejemplares esquiroles al servicio del gobierno mexicano.

Sostener que somos paramilitares es una acusación sin sentido que forma parte de toda una campaña de linchamiento político con el objetivo de allanar el camino a represión, porque no sólo se repite una mentira mil veces, sino que se dan nombres de compañeros que realizan sus actividades dentro del movimiento popular, en función del gremio al que pertenecen.

La enseñanza es concreta, cada vez que el Estado mexicano pretende cometer crímenes de distinta índole, levanta una serie de infamias contra los esfuerzos organizativos, así lo atestiguan los compañeros del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), a quienes el flagelo represivo se ceba insistentemente contra ellos, se les acusa de paramilitares y una infinidad de subterfugios con el objetivo de ejecutar extrajudicialmente o detener desaparecer a sus integrantes, por esta razón las víctimas están de su lado.

Los luchadores sociales Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya, sobre ellos se vertieron una caterva de sandeces para incriminar y criminalizar su lucha después de que fueron víctimas de la desaparición forzada; aún desde algunos sectores oportunistas se obvian sus nombres en la denuncia, porque es sencillo exigir la presentación con vida de otros detenidos desaparecidos, pero no de aquellos que abrazaron las banderas de la transformación de la sociedad.

La esencia del oportunismo sale a relucir en momentos en que la lucha se vuelve más aguda, cuando las acciones políticas de masas demandan creatividad, iniciativa y combatividad; cuando pierden a discusión política promueven el linchamiento, tanto mediático como a través de los grupos de choque.

El FNLS es una organización independiente de carácter nacional, cuya lucha es por las demandas reivindicativas y el socialismo, pero no se confunda la prudencia con el temor, la mesura con la ingenuidad, a cada uno de las calumnias les haremos frente con la practica como criterio de verdad, en las acciones políticas de masas que libramos frente a la política de terrorismo de Estado.

Combativamente

¡Por la presentación con vida de todos los detenidos desaparecidos por el régimen!
¡Alto al terrorismo de Estado!
¡Alto a la criminalización de la pobreza y protesta popular!
¡Alto a la militarización y paramilitarización en el país!

Por la unidad obrera, campesina, indígena y popular
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo

(FNLS)

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