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¡Quiero justicia para mi hijo!

Domingo 25 de junio de 2017, por Ciudad de México

¡Quiero justicia para mi hijo!

Quiero justicia para mi hijo, que se vaya la banda paramilitar Los Petules del Carrizal. Es la exigencia que Alfredo Morales Díaz, expone ante los medios de comunicación que escuchan atentos la alocución de un padre indignado, que exige justicia por el cobarde asesinato de su hijo Humberto Morales Sántiz el pasado 28 de febrero de este año.

Los demás asistentes a la conferencia de prensa se quedaron anonadados, no podían dar crédito a lo que escuchaban, ¿un niño?, ¿cómo es posible que lo hayan matado?, ¿qué crueles e inhumanos?, ¡que desgraciados, no se tientan el corazón! Eran los susurros de las personas ahí presentes, pero había algo más que los inquietaba y sorprendía, la combatividad y mirada firme del padre, quien pese a la ausencia de su niño, no mostraba tristeza ni dolor, sólo indignación, porque tenía muy claro quién fue el responsable de la tortura y ejecución extrajudicial de su hijo, crimen que no va dejar impune.

Alfredo Morales Sántiz es campesino tseltal, integrante del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS), vive en el ejido El Carrizal, municipio de Ocosingo, Chiapas. Desde hace 32 años la comunidad donde él vive ha sido objeto una y otra vez de agresiones por parte del Estado mexicano y sus grupos paramilitares, unas veces para desalojar, otras para reprimir, asesinar e intentar despojarlos de su tierra.

La prueba fehaciente de esto son el asesinato de Héctor Sántiz López, el 29 de septiembre del año 2015; la desaparición forzada de Fidencio Gómez Sántiz, el 5 de marzo de 2016; y, la reciente tortura y ejecución extrajudicial del menor Humberto Morales Sántiz, como los últimos acontecimientos represivos, sin embargo, el historial de agravios es grande contra esta comunidad en la región.

Expresiones y prueba fehaciente del terrorismo de Estado como política de gobierno que de manera sistemática y generalizada ejecuta el gobierno mexicano contra nuestra organización por enarbolar la lucha por el socialismo en México y abrazar la demanda de presentación con vida de todos los detenidos desaparecidos por motivos políticos o sociales en el país, en particular por solidarizarnos con los familiares y exigir la presentación con vida de los luchadores sociales Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya.

28 de febrero, crimen de Estado contra un niño

En esta fecha, Humberto Morales Sántiz de 13 años de edad, no quería asistir a la telesecundaria, así le dijo a su padre. Papá no quiero ir a la escuela. ¿Por qué? Porque es puro ensayo para el 10 de mayo y me aburro, mejor voy contigo a trabajar en la milpa.

Su padre al ver la decisión de su hijo de no ir a la telesecundaria, le preguntó ¿Qué es lo que quieres hacer?, no debes dejar las clases, ve a la escuela. Analiza bien qué es lo mejor, ir a la escuela o a trabajar en el campo, preferiría que fueras a estudiar, tienes que hacer tus tareas de la escuela.

No quiero ir, me quedo a trabajar contigo, voy a la milpa a trabajar. Si voy hacer los trabajos de la escuela, pero déjame ir contigo, sólo por hoy. Su padre observó la decisión de su hijo, lo conocía muy bien y sabía que no iba a dejar de insistirle en ir a la milpa. Tomó la decisión de llevarlo a trabajar con él.

Desde muy temprana hora empezaron a fumigar la milpa, a las once de la mañana Alfredo notó que ya se había cansado su chamaco, por lo que le dijo, regresa a la casa, en un rato te alcanzo y se regresó. Al llegar a su casa, no se quedó pasivo, se puso a excavar la tierra para una fosa séptica, cuando llegó de la milpa su papá lo encontró escarbando. Lo llamó para tomar pozol, al terminar su padre se fue a realizar trabajo colectivo, la cita era a las dos de la tarde.

Humberto le dijo a su mamá que iba ir por leña, no lo quería dejar ir porque no había quién lo acompañara. Él insistió, no importa iré a cortar leña. Espera a tu hermana Teresa, no vayas solo. Ya me voy, que me alcance allá. Eran aproximadamente las 14:30 cuando se fue por la leña.

En el camino, se encontró a un compañerito de la comunidad, quien también iba por leña, sólo que Humberto se quedó y el otro siguió su camino como a 25 metros más de distancia, al terminar de recoger su leña, le gritó para que saliera y se regresaran juntos, pero no contestó, no insistió más y se fue a la comunidad.

A las cinco de la tarde terminó de trabajar Alfredo, se fue a su casa y encontró a su esposa angustiada, pues Humberto no había llegado y ya era tarde. Tomó su machete y se fue a buscar a su hijo, lo siguió otro niño, compañero de clases de Humberto. Llegaron a 50 metros de distancia, lugar donde recogen la leña, y le empezó a gritar ¡Humbertooo! ¡Humbertoooo! No se escuchaba más que el sonido que emite la naturaleza, el roce de los follajes de los árboles movidos por el viento. El horizonte empezaba asomarse, lo que indicaba que pronto iba a oscurecer, los gritos eran inútiles, Humberto no respondía.

El silencio lo preocupó, la angustia aumentó e hizo que su cuerpo se erizara, un extraño escalofrío lo recorrió, algo malo sucedía, pensó inmediatamente en los paramilitares, ya lo agarraron, ya le hicieron algo. El niño que lo acompañaba insistía en adentrarse al lugar donde tenía la leña, le dijo que no porque ya estaba muy oscuro y no tenían lámparas, la sombra de los grandes árboles oscurecía más el camino, optaron por regresar.

En el camino observaron que las torretas de las patrullas del mando único estaban encendidas, justo en el campamento de los paramilitares. No era común que a esa hora las tuvieran encendidas, a veces lo hacen, pero sólo en la noche, como a las ocho. Avanzaron lo más rápido posible, llegaron a las 18:30 a la comunidad, dieron aviso a las autoridades y empezaron a organizarse para acudir nuevamente al lugar y buscar a Humberto. Alfredo les explicó que había ido a recoger leña y no regresó.

Retomaron el camino a donde Humberto fue por la leña, la comisión iba encabezada por las mujeres, entre ellas iba la mamá y abuelita de Humberto. Todos iban con preocupación e incertidumbre, se imaginaban lo peor, pues, desde hace tiempo son hostigados por los paramilitares, a toda hora no cesaban los disparos y amenazas de muerte. Las lámparas alumbraban el camino, los gritos con su nombre resonaban en la penumbra, eran incesantes, pero Humberto no respondía.

Una jovencita de 16 años de edad se dirigió al lugar donde tenían la leña, al llegar vio una sombra, se acercó y se asombró al descubrir a Humberto, inmóvil, boca abajo. Su rostro reflejó preocupación, el llanto la invadió y gritó ¡Humbertooo! ¡Aquí está! Los demás se paralizaron al escuchar ese lamento e inmediatamente se trasladaron a ese sitio. La mamá aceleró el paso, la angustia y el dolor la invadían, avanzó unos metros de distancia, le parecían eternos, su mirada se dirigió al cuerpecito de su hijo, inerte, con un disparo en la cabeza, quiso avanzar, pero sus piernas le flaquearon, hizo un mayor esfuerzo y caminó para tocar y abrazar a su pequeño, no lo podía creer, un pedazo de su vida, carne de su carne estaba sobre ese paraje en la oscuridad.

Los demás llegaron poco a poco, las mujeres empezaron a llorar, no sólo se trataba del hijo de Alfredo y María sino de un miembro de la comunidad, un integrante de la organización, de un niño que empezaba su camino de lucha cuyo perfil era la de un futuro luchador social.

Ante un crimen de esta magnitud valoraron la necesidad de cuidar el cuerpo para que llegara el Ministerio Público (MP), pero como en ocasiones anteriores la actitud de las autoridades ha sido de dilación, tardanza y negligencia para dar fe de todos los hechos represivos denunciados, decidieron trasladar el cuerpo, lo colocaron en una tabla y lo condujeron al tramo carretero San Cristóbal-Ocosingo a la altura de la comunidad Río Florido.

En el lugar con el cuerpo del niño sin vida, los sentimientos de indignación y de justicia invadieron a todos los integrantes de la organización, esos momentos eran importantes, tener la mente fría para poder discernir metodológicamente lo más adecuado en estos momentos de represión, hostigamiento y terrorismo de Estado.

Decidieron hacer un plantón por el crimen cometido, acomodaron el cuerpecito en medio de la carretera para esperar al fiscal a dar fe de los hechos, mientras una comisión se dirigió al municipio de Ocosingo para levantar la denuncia. Los traileros, camiones de carga y autos de particulares no podían pasar, algunos descendían de sus autos para informarse, otros esperaban, pensaban que a lo mejor era cuestión de horas.

En el municipio de Ocosingo, los familiares fueron a la Fiscalía Especializada en Asuntos Indígenas a poner la denuncia, ahí se enteraron que el fiscal ya tenía conocimiento del crimen, desde las seis de la tarde ya tenían reportes de lo ocurrido y no fueron a ver los hechos. La actitud de los agentes fue de indolencia, dilación y desgaste, ponían cualquier pretexto para no ir, tenían la consigna de no acudir al lugar y solo hacer esperar a los familiares.

Las autoridades no quisieron presentarse en el lugar de los hechos, sólo tenían a los familiares en espera, el tiempo transcurría, era ya de madrugada y no iban; el cansancio empezaba a hacerse presente, la indignación los invadía, al ver que no hacían nada decidieron retirarse. Los argumentos del fiscal eran que el plantón en la carretera les impedía acudir al lugar, a los familiares les quedó claro que el fiscal no quería hacer su trabajo, sólo le brindaban protección a los paramilitares.

La indolencia, desgaste, burocratismo y negligencia de los fiscales, funcionarios e instituciones del Estado mexicano con los familiares de las víctimas es una política de Estado, para que no avancen los casos de violaciones graves de derechos humanos donde está involucrado el gobierno mexicano en el cometido de estos crímenes.

Al día siguiente se presentó el fiscal al plantón para revisar el cuerpo de Humberto, lo revisó y tomó fotografías, entre palabras y dichos, el agente le levantó la playera y dijo fue torturado entonces, no es necesario hacer la necropsia, ya sabemos de qué murió, y se fue al lugar donde encontraron al niño en el Ejido El Carrizal a tomar más fotografías. Se retiraron y fue todo lo que hicieron, a ocho días de haberse cometido el crimen la carpeta de investigación no estaba integrada, sólo tenía una comparecencia de reconocimiento de cadáver.

La lucha por la verdad, justicia y la no repetición es larga, porque el enemigo a enfrentar y evidenciar es el Estado mexicano, no le importa la edad o el sexo, sólo concretar su objetivo contra todo opositor, luchador social, revolucionario, defensor de los derechos humanos o periodista.

La tortura y ejecución extrajudicial de nuestro compañero Humberto es una violación grave de derechos humanos, un crimen de Estado y de lesa humanidad, que atentó contra su vida. El gobierno mexicano a través de los grupos paramilitares lo privó de la vida, lo torturaron y ejecutaron extrajudicialmente, por ser hijo de padres que pertenecen al FNLS e impulsan la lucha por el socialismo en México.

La ejecución extrajudicial es la privación arbitraria de la vida por parte de agentes del Estado, o con la complicidad, tolerancia o aquiescencia de éstos sin un proceso judicial o legal que lo disponga. Se mata a la víctima intencionalmente con el propósito de castigarlo por sus actividades personales o sociales, por su ideología o por algún acto que supuestamente haya realizado.

En este caso atentaron contra la vida de un niño, un joven que apenas empezaba a vislumbrar su futuro y vida, un joven que acudía a las actividades políticas del FNLS y no faltaba a las escuelas político-culturales de la organización, un Carrizito que brindaba solidaridad a todos los de su comunidad y amor a su familia.

¿Por qué tanta saña?

Es la pregunta que muchos periodistas y personalidades nos hacen, ¿qué hay ahí en ese lugar?, ¿qué defienden, bosques, minerales o por qué se ensañan tanto contra ustedes? Necesario es responder a los cuestionamientos para dejar claro lo que hacemos.

El odio contra nuestro proyecto político es de la clase que detenta el poder y sus administradores, por ser una organización popular-independiente, que lucha por las demandas más sentidas del pueblo trabajador, como son la defensa de la tierra, educación, vivienda, trabajo, salud e impulsar la lucha por el socialismo en México.

Uno de nuestros principios políticos es la solidaridad incondicional a las causas de lucha del pueblo, es la que brindamos a los familiares de todos los detenidos-desaparecidos, en específico a los familiares de los luchadores sociales Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya, reconocidos por sus compañeros e intelectuales como revolucionarios por pertenecer a una organización armada revolucionaria el PDPR-EPR.

Este caso en específico, tiene avances en lo jurídico-político y de derechos humanos, pues la coordinación de estos esfuerzos logró que instituciones como la CNDH y el Noveno Tribunal Federal emitieran; la primera, una recomendación 7/2009 y, la segunda, una resolución la 29/2014 a favor de los dos luchadores sociales, en ambas se reconoce que el gobierno mexicano sí cometió la desaparición forzada, a través de sus cuerpos policíaco-militares.

Este logro es importante, porque a través de sus instituciones reconoce que sí cometió la desaparición forzada de los revolucionarios, y que fueron distintos cuerpos represivos los que la objetivaron. Un caso que refleja la generalidad de las miles de desapariciones forzadas en el país.

Por abrazar este caso que está ampliamente documentado, el gobierno mexicano responde con el cometido de más crímenes de Estado y de lesa humanidad para que desistamos de brindar la solidaridad a los familiares y dejemos de exigir su presentación con vida.

Por eso la represión, asesinatos, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas que comete contra nuestra organización, en cada estado donde tenemos presencia y arraigo intenta hostigar, detener-desaparecer, torturar, intenta ejecutar de manera extrajudicial. Criminaliza e incrimina la solidaridad que brindamos a las víctimas del terrorismo de Estado.

Lo que nos sucede es sólo una muestra del terrorismo de Estado que ejecuta el gobierno mexicano contra todo movimiento popular organizado y no organizado, periodista, activista político o defensor de los derechos humanos, sin distinguir sexo o género.

¿Por qué dicen que son paramilitares Los Petules?

Es otra de las preguntas que nos hacen los mismos periodistas u organismos defensores de los derechos humanos, por lo que es importante decirlo.
Los grupos paramilitares son personas que actúan con el consentimiento o aquiescencia del Estado mexicano, realizan el trabajo sucio que oficialmente no pueden realizar.

En México observamos tres formas de grupos paramilitares: Una, son militares vestidos de civil que cometen crímenes de Estado y de lesa humanidad; dos, son gente del propio pueblo, entrenados por los mismos militares, son financiados y reciben armamento para cometer crímenes; tres, son grupos que se presentan como de la delincuencia organizada y actúan con el consentimiento y la aquiescencia del Estado mexicano para cometer crímenes contra el pueblo. De estas tres formas, la segunda es la que reúne las características del grupo paramilitar que los gobiernos de Chiapas y el federal utilizan como punta de lanza para cometer aborrecibles crímenes contra los integrantes de nuestra organización.

La táctica del gobierno mexicano es confrontar al miserable con el miserable, al explotado contra el explotado, al campesino pobre contra el campesino pobre, una táctica perversa y destructora. Otra forma de reprimir es la cooptación de elementos susceptibles a corromperse y promover la descomposición interna para dividir las comunidades.

Explicamos esto porque es una experiencia que nos deja muchas enseñanzas metodológicas y de trabajo. Los que integran el grupo paramilitar Los Petules, son personas que formaban parte del ejido, Lorenzo Sántiz López era comisariado ejidal, cargo en el que empezó a corromperse, sólo fue cuestión de tiempo para darse a conocer en su esencia humana, empezó a robar el dinero de la comunidad, una parte lo utilizaba para las borracheras con su grupo.

Durante más de diez años vivió en la comunidad sin cumplir con las tareas de organización como faenas, cooperaciones, labores comunitarias, empezó a maniobrar para acaparar la mayor cantidad de tierra e impulsar el PROCEDE para parcelar y quedarse con las que tenía. Al exigirle cuentas del recurso y de lo que hacía, decide retirarse, pero se apodera de una parte de la tierra de los compañeros, lugar donde instalan ilegalmente un campamento en alianza con Pedro López y forman el grupo paramilitar Los Petules, la punta de lanza de la represión contra nuestros compañeros.

Una de las prácticas de los paramilitares es el robo del ganado del Ejido El Carrizal como forma de hostigamiento y para el financiamiento de sus actividades criminales en la región, al mismo tiempo que es recurrente el hostigamiento contra el ejido El Carrizal con disparos de armas de fuego de alto calibre, proporcionado por los cuerpos policíacos como el mando único y, con el dinero del ganado colectivo que les robaron; aparte de paramilitares son abigeos. Las armas no sólo las utilizan para robar sino también para asesinar a los que luchamos por la defensa de la tierra y exigimos justicia social.

En varias ocasiones denunciamos estos hechos, las agresiones de las cuales somos objeto sin obtener respuesta de las propias autoridades, al contrario, el gobierno mexicano les ha facilitado todo tipo de recurso y apoyo a los paramilitares a través de los programas asistencialistas, como la construcción de sus viviendas y la electrificación.

La policía, en concreto el mando único tiene un campamento a la altura donde están los paramilitares para darles protección y realizar de manera conjunta retenes a la altura de la carretera donde están acampados, con esto comprobamos la complicidad del gobierno estatal y federal con estos grupos criminales que actúan con su consentimiento, en coordinación policía y paramilitares mantienen un campamento que cobertura las agresiones de hostigamiento y crímenes.

Para nosotros no hay duda, Los Petules son un grupo paramilitar que el gobierno mexicano protege y mantiene en la impunidad total, existe un plan sistemático del Estado mexicano para reprimir, hostigar y cometer crímenes de Estado y de lesa humanidad contra los integrantes de nuestra organización.

Ante eso todos nuestros compañeros del FNLS cerremos filas al terrorismo de Estado, a través de la denuncia y acciones políticas de masas combativas para desenmascarar esta política criminal.

A todas las víctimas del terrorismo de Estado y a las organizaciones populares y derechos humanos los invitamos a conjuntar esfuerzos para enfrentar al enemigo común que tanto daño ha causado a nuestro pueblo, el silencio alimenta a los represores y permite el cometido de más crímenes de lesa humanidad, rompamos el silencio y salgamos a las calles a denunciar con combatividad y desenmascaremos a los responsables de esta política criminal.

Este artículo fue publicado en nuestra revista Consigna Socialista No 32, publicación periódica del FNLS.

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